1984 (en 2022)

Standard

El pequeño Jan me mira con los ojos bien abiertos nada más acercarme a él, es curioso, está absorto; como concentrado en esa sombra que se cierne sobre sí. Me explica el padre del niño, mi cuñado, que todavía no ve nada…

(O sí…) me quedo con la duda… parece tan concentrado en mis ojos como yo en el estudio de averiguar si esa afirmación es realmente cierta. Quizá, no es capaz de ver o comprender del todo que es lo que está viendo…pero sí: me huele, me contempla y me estudia en el claro oscuro del salón. Existe un momento en el que parece sentirse frustrado en ese empeño de no comprender quiénes le miran con tanto ahínco a los ojos y le nombran. ¿Le asusta?, entonces, es cuando se echa a llorar o más bien a gimotear. El agudo llanto del bebé rompe la calma del entorno que de cómodo y familiar pasa a ser poco confortable para todos los que estamos allí presentes, excepto para Jan. 

Sigue llorando con énfasis. Nuestros músculos se tensan, nuestras miradas se cruzan buscando una resolución eficaz e inmediata a esa calma desprovista, nuestros oídos se sensibilizan y la sensación de molestia se adueña de todos los adultos allí presentes.

Mi pareja y tío de ese bebé, justo en ese momento, decide transformar esa energía estancada en nuestros cuerpos en una valiente y decidida iniciativa de lanzarse acunar al pequeño. Como todas las primeras veces, yo busco retratar ese momento a través de una fotografía analógica. Rápidamente mi cuñado, padre del niño, me facilita de entre sus pertenencias una pequeña impresora definida como una novedad en la impresión instantánea de las fotos digitales de smartphone a papel. En este caso él es un experto de la tecnología de impresión… No seré yo quien critique la necesidad de retomar la presencia de documentos palpables y perdurables en el tiempo… pero solo el tener que hacer uso de esa tecnología en ese momento se me torna poco atractivo y no encuentro la motivación para llevar a cabo el propósito de retratar dicho instante.

En esta pandemia he ido a “visitar” a esos bebés cercanos a mí que están naciendo en los tiempos de COVID-19.  Todos ellos, son fotografiados y grabados diariamente en digital en sus avances propios del desarrollo infantil, constantemente, recibo los reportes de sus progresos y experiencias de crianza en formato digital ya que apenas se les visita presencialmente. La hija de mi prima, de un año y medio, la primera vez que me ha visto la sonrisa se ha sorprendido de que lleve aparato en los dientes. Según mi prima, son tan pocas las sonrisas que vislumbra que una excepción, en la definida y acotada muestra, resulta impactante y por ello lo primero que busca es: tocar y palpar sensorialmente que es eso a lo que se le llaman “Brackets”.

Por otro lado, todos los encuentros con dichos bebés se realizan en condiciones extremadamente “seguras y asépticas” y porque no decirlo…antinaturales…con: mascarilla como barrera en el vislumbrar natural del rostro, con gel hidroalcóholico o lavado de manos previo anticipatorio al contacto estrecho y con tiempos escasos claramente acotados. Jamás, me imaginé que, en la edad de mis 29 años, cuando mi entorno cercano tuviese la oportunidad de procrear y criar lo haría con tantas barreras materiales por delante.

Me quedo pensativa si en ese contemplar de Jan cuando le miré a los ojos hubo cierta sorpresa de que fueran otros ojos quien lo mirasen y no el objetivo pasivo de una cámara de móvil. Ese ser, al que le habían asignado todavía incipientes capacidades, se torna el experto en ser susceptible a dichas señales sensoriales. En reclamar y lograr lo que busca, en recuperar esa calma, esa comodidad perdida por un momento en lo natural del vínculo humano, en el contacto sensorial, en este caso con la teta, con su madre. Olvidándose de posar ante nadie o para nadie.

Clara Sevilla

13/01/2022, retratos en tiempos de pandemia

Leave a comment