Desenfunda la cajita de latón donde poco a poco fue recolectando sus relaciones personales. Allí guardó la letra de su mejor amiga, la de su amigo de la adolescencia, la letra del compañero gracioso de clase, la del más popular, la del primer amor y la del segundo.
Y hoy años, más tarde desenrolla y desdobla todas aquellas notas. Las hay muy tontas, demasiado, tanto que no puede evitar llorar de la risa.
Pero por un segundo, se para a pensar en todo aquello; algunas de esas personas fueron muy significantes para ella, otras no…A algunas prefirió meterlas en un saquito verde con la idea de quemar todo aquello que pudiera hacerle volver a recordar y le ayudara a olvidar.
Comienza a leer la primera que se encuentra, curiosamente todas las notas derivadas de sus relaciones se encuentran ordenadas en estratos: del más nuevo (que es el que se sitúa más a mano) al más antiguo que fue depositado.
No le apetece rebuscar mucho y saca la primera, que se encuentra enrollada en forma de pergamino, “eres tan, tan, pero que tan bonita”. No está mal, al menos le sube la autoestima…
Sigue y encuentra muchas de momentos de clase, de ese tercero de la ESO en el cual las hormonas bombardean continuamente:- “te gusta…el rabo, el rabo de toro”-. Sigue bajando y encuentra aquellas de las clases de francés, en las que su amiga escribía en rosa fucsia y en las cuales había un adjetivo para referirse a aquel primer amor por el que tanto se sufre:- “el cabrón está con…”-.
De repente esto le lleva a rememorar aquellos años duros del primer enamoramiento, y abre el saquito (que dispuso en su día para ser quemado), se llevaban fatal, a matar…se insultaban se dibujaban caricaturas horribles acompañadas de una señal que indicaba “esta eres tú”, es curioso que acabase gustándole ese chico tan chulo, tan duro aparentemente y que para nada era su tipo.
Luego pasa a su primera relación seria y comienza a leer las cartas. Los poemas y las posdatas. Se echa a reír y a llorar y vuelve a echarse a reír, se siente mejor recordándole así y no como es ahora porque no lo reconoce o le cuesta mucho sentir que sigue siendo el mismo.
Finalmente, llega a aquella nota escrita con una caligrafía impecable en papel cuadriculado de cuaderno pero manipulado cuidadosamente, los bordes recortados siguiendo la trayectoria de las líneas azules. Sabe que no debe leer esto ahora, lo sabe y la lee.
Y llega a la última frase: “para mí no eres perfecta, sino lo siguiente. Como seguramente no sentirás lo mismo, no tienes que decir nada cuando me veas, simplemente se tu misma.”
Ha decidido cerrar la caja. Y también, ha pensado que en estos diecinueve años ha compartido su vida con más gente de la que hubiese querido o imaginado. No es bueno tomar determinaciones estrictas porque luego es difícil cumplirlas pero se promete que ya ha vivido bastante el amor a lo largo de todo este tiempo, quizá sea hora de vivir las cosas de otro modo: de pensar en lo que quiere, a lo que aspira, con lo que sueña …
Sabe que la caja es una mínima parte de lo que conforma su vida.
Lo que está claro es que siempre estuvo ella. En otro tiempo, con otro modo de escribir, con otro cuerpo y un pelo diferente, con la mirada más joven…pero siempre ella, sigue emocionándose del mismo modo al releerlo y puede viajar a través del tiempo para llegar a cada uno de esos momentos de los cuales solo ha quedado registrada una mínima parte de lo que es y será todo su camino.
Clara