Ladrones de guante blanco

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Esta noche mi novio ha soñado que robábamos un banco. No he podido evitar deleitarme con esa imagen sugerente de vernos ataviados en esos trajes ajustados con mis botas de terciopelo negras y brillantes, haciendo malabares para sortear los sistemas de alarma.

Riéndonos de esa burocracia absurda e hipócrita que se va instaurando e inundando nuestro sistema socio económico. Solo os mencionaré un detalle: no robábamos una oficina bancaria de pueblo…no…,íbamos a la más alta sede, a esas oficinas del grupo bancario que se hacen diferenciar estéticamente y aseguran estar especializadas en grandes capitales, en servir y pelotear a esa clase multimillonaria.

Sí, hemos robado a aquellos sobre los que leía el otro día en un famoso periódico que eran considerados contribuyentes con fortunas superiores a los 30 millones y que crecieron un 15% en 2019, pero de los cuales casi un tercio de ellos no pagan los impuestos que les corresponden por patrimonio.

Me imaginaba testificando frente a la autoridad justificando nuestra acción: -“este delito lo cometimos para: reírnos de esa burocracia ajustada a la que se someten los bancos y tan injusta para la gran mayoría de clases”-.  Me imaginé, saliendo de la sucursal victoriosa de nuestra misión, sonriendo pícaramente y diciendo para dentro: – “Os lo merecéis, por ladrones”-.

Así, en esta historia me transformo en poderosa ladrona de guante blanco, una Robbin Hood en una época donde revertir el orden establecido puede ser un gran hito para el porvenir de aquellas personas a las que: les cierran las oficinas bancarias, a las que despiden aún manteniendo los sueldos estratosféricos de las cúpulas directivas, aquellas personas que (aún, lidiando con la desigualdad de oportunidades asociadas al poder) tienen que aguantar como otras se llenan la boca diciendo que son pobres porque se lo trabajan poco y que no les está permitido cobrar un sueldo digno. Mi crimen podría considerarse el inicio de una revolución ante la implantación de sistemas de inteligencia artificial deficientes en cuanto a la seguridad de esos ahorros de la clase obrera que ahora ya ni siquiera tienen la oportunidad de transformarse en efectivos o palpables a sus bolsillos.

Me sigue contando el sueño…en el que lográbamos pasar desapercibidos y ejecutar nuestra misión con bastante éxito y soltura, pese a ser principiantes y ser nuestro primer robo. Me he sentido tan vivaz y juguetona como la primera vez que fui a un parque de atracciones.

Hemos logrado llevarnos un lingote de oro, tan pesado y grande que resultaba difícil de ocultar. En un momento dado, casi nos puede la codicia y la avaricia del poder, ¡¡estuvimos a punto de llevarnos más!!, pero preferimos no caer en ese instinto primario y mundano que nunca acaba bien. No somos de ese tipo de personas. Por ello, gracias a que somos gente de tener los pies aún ligados a la tierra y a la clase social a la que pertenecemos solo nos hemos llevado lo justo y necesario, así el karma nos lo ha agradecido con el éxito en la operación de guante blanco.

Fantaseo con esa idea de salir invicta con el antifaz negro y el contraste oro entre las manos. Según me relata…nos vamos a un bar a celebrarlo…, tanto lo celebramos que salimos a las tantas ya cuando el dueño no nos aguanta ni una más y…con el disgusto de que nos olvidamos el bien más preciado, el motivo de nuestra celebración; el lingote de oro.

Me puedo imaginar de nuevo, esa fase de pasar del personaje victorioso y seguro de sí mismo a la imagen terrenal de salir corriendo deshaciendo el camino realizado, teniéndome que quitar el antifaz porque ya me resulta un poco molesto y disconforme para correr sin que se me corra el rímel. Me imagino, en ese estado de insight y de acelerada activación dándome cuenta de aquello que he perdido o estoy a punto de perder. Pensando si seguirá allí, si alguien se habrá dado cuenta y se lo habrá apropiado cayendo en esa avaricia…o quizá, ese alguien interprete ese objeto perdido como lo justo que le toca tras sus fatigas económicas…rezo porque siga ahí y nadie se haya apropiado de un bien que no le pertenece, deseo que esté esperándome en el taburete roñoso que está pegado a la barra. Corro como nunca, más incluso que en la misión de robar el banco (puesto que el éxito consistió en hacerlo con calma, aparente transparencia y la naturalidad que nos caracteriza: el ilusionismo). Llego al bar y me encuentro al dueño cerrando la persiana, en la calle desierta solo se oye ese ruido chirriante desagradable y mi súplica desde lejos. Entonces le ruego, olvidándome de ese ego subidito de hace unas horas, que por favor me deje pasar porque me he olvidado “una cosa”. El buen hombre me mira con desdén, mira hacia el cielo pidiendo clemencia… se lo piensa un poco… pero finalmente con esa bondad que caracteriza a la clase obrera…. sube de nuevo la persiana. Y allí frente a mí, brilla como el sol una de las esquinitas que asoma por la bolsa negra y oscura que lo cubre.

Me veo a mí llorando y riendo a la vez, acogiendo entre mis brazos como a un bebé ese preciado tesoro y agradeciendo una y otra vez al pobre trabajador que me haya dado cabida a recuperar lo que desde hace unas horas consideraba mi pertenencia porque…”me lo he ganado”. Sin embargo, vuelve a aflorar la conciencia social y le propongo al buen hombre valorar su humanidad invitándole a que parte de este valorado tesoro le pertenezca.

-Ya estamos con el cooperativismo. – Me dice mi pareja como buen catalán… y yo le respondo con inocencia:

-Todo es de todos. Aunque te reconozco, que nunca me gustó tanto el oro como ahora. Siempre lo asocié a las chonis, me resultaba a simple vista chabacano, vulgar…”

  • Referencias:

https://elpais.com/economia/2021-09-02/el-numero-de-superricos-en-espana-toco-maximos-antes-de-la-pandemia.html

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